-¿Pero cómo se le ocurre llamarme ahora viniéndome con que hay un ladrón en mi casa? -gritaba el señor Garamendi- .¿No será esto una de sus engorrosas bromas?
-No, señor. ¡Juro que hablé con él y me lo confesó! Pero fue inútil cualquier intento de echar a aquel simpático morador-. Dije sin pensar.
-¿Cómo que simpático? ¿Habló usted con él y ni se le ocurrió llamar a la policía? Me tiene usted estupefacto- exclamó Garamendi casi quedándose sin aire.
-L-lo siento, es que fue tan formal... ¿Ha pensado usted en quedárselo de inquilino? Aunque le advierto de que tendrá usted que deshacerse de su escupidera, parece que no le gusta nada...
-¿Cómo osas...? No pienso nunca alojar en mi hogar a un ocioso hijo del diablo como es él. ¡Tampoco quiero volver a verle a usted en mi vida! Mi mujer ya ha llamado a la policía y nos dirigimos ahora hacia allí.- la voz del señor Garamendi dudaba y parecía muy confuso-. Em... ¿sabe usted si ese estúpido hombre se llevó también mis gabanes?
-Pues ahora mismo no lo recuerdo, si no va a tardar usted mucho en llegar, puede preguntárselo por sí mismo. Aún no se ha marchado de casa... Yo le retuve, claro. -dije concienzudamente, intentando mejorar la situación.
-Oh, ¿es eso verdad? Entonces, retiro lo dicho. Seguro que fue usted el único hombre del edificio que le planto cara, mientras los demás se dedicaban a chismear, ¿verdad?
-Claro que sí señor.- dije con una amplia sonrisa en la cara.
-Estoy llegando, mi amigo. No sabes lo feliz que me hace poder volvérselo a llamar. ¡Cuánto le quiero! Esté preparado porque en cuanto llegue le voy a dar un gran abrazo! Es más, ¡seamos amigos con el hombre que habita ahora mismo mi casa! La vida es corta, ya sabe.
- Ya lo creo señor, ya lo creo... Y un tanto confusa de vez en cuando. -afirmé, muy aturdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario