`Vive justo allí, al lado de la diminuta haya roja´
Esta era la dirección de la casa de Ainhoa, pues al llamarme para invitarme a jugar a su casa, me mandó al pueblo vecino, y me recordó que nada más llegar, preguntase a algún anciano por su casa, y él me daría las indicaciones para llegar. Todo esto es porque mi amiga vive apartada, en medio de un prado que rodea el pueblo, y donde sus padres construyeron la casa no hay ni calle, ni dirección para encontrarla, ¡ni siquiera código postal! En fin, nunca entenderé el porqué de querer vivir apartado de la civilización.
Ainhoa también me dijo el nombre del pueblo cuando me llamó, `Villa orilla del limón´, por lo que decidí llegar allí con una hora de antelación para bañarme y comerme un limón, como bien indica el nombre. Pero, para mi sorpresa, no encontraba ninguna de las dos cosas, así que me dirigí a una niña sentada que abría cocos con una piedra y le pregunté:
- ¿Por qué no encuentro ni una playa ni un limón en este pueblo?
A lo que me respondió:
- ¡Ah! Ha de usted ir a otro lugar, porque ni ahí ni allá encontrará nada de lo que busca.
Habría tenido que pensarlo antes, el nombre solo era un nombre... De la rabia que me da, decido coger un puñado de hormigas y seguidamente lo echo en un charco. Más tarde me siento mal, pero ya no puedo hacer nada. Diviso la famosa haya roja y me acerco. Estoy frente a una cabaña que parece haber sido forrada con plantas de todo tipo. Estoy cinco minutos observando hasta que encuentro la puerta por que se entra y llamo al timbre.
-¡Ay! -escucho- ¡qué susto!- Dice Ainhoa mientras abre la puerta.- ¿Qué haces aquí? Puedes venir mañana, ¿verdad? Resulta que mi aya está enferma y nos marchamos justo ahora al médico... ¡Siempre halla el peor momento, eh!
Y me voy corriendo lo más lejos que puedo, casi sin ser consciente de que lloro. Lloro, porque no he hecho ninguna de las dos cosas que quería hacer, y lloro porque he sido defraudado. Lloro.
domingo, 12 de abril de 2015
Ella misma (Colaboración Parte 2)
¡Hola! Este es un texto escrito por mi amiga Lucía ( http://esteblogrealmentenoexiste.blogspot.com.es/ ) y por mí. Os recomiendo leer antes la primera parte.
Está todo escrito por Whatsapp, por lo que no esperéis que esté redactado a la perfección.
Espero que os guste, porque nos ha llevado un tiempo como veréis :)
Aún así, ese hecho termina
convirtiéndose en una excusa para reírse en silencio cada vez que tiene la
oportunidad de observar cómo una de esas personas hace el ridículo para
mantener su estúpida reputación de "loco" o "divertido"
mientras sus amiguitos gritan a su lado y se ríen como si fuera gracioso,
aunque saben bien que no lo es. Si es que esto de las etiqueta y de tener que
actuar de tal forma para ganárselas era de lo más absurdo en su opinión. No vas
a volver a ver a ninguno de tus compañeros del colegio,así que, ¿para qué?
Llegará el día en el que ella decida ir poniendo sus propias
etiquetas, aunque todas serían parecidas, con términos como *falso amigo* y
*payaso sin gracia*, y no serían divertidas. Pero para ella está bien ver el
mundo desde su propia perspectiva, aunque muchas veces, no sea la perspectiva
de los demás y se sienta estúpida por ello.
En el fondo, se sentía más madura e interesante que el resto por
esa misma razón, suponía que sería la única persona de su entorno que se
divertía manteniendo una vida "interior" o una charla consigo misma
sobre lo que ocurría a su alrededor y en ese sentido se sentía afortunada, pues
no dependía de nadie y no tenía miedo de estar sola, simplemente se divertía observando.
El hecho de ser independiente era una suerte para ella, ya que
podía ir al cine ella sola y disfrutar tranquilamente de la película, o ser
capaz de llegar a clase y sentarse sin sentirse obligada a saludar al resto.
Simplemente vivía su vida sin ataduras, sin sentirse obligada a hacer nada, y
poder organizarse su tiempo sin preocuparse de asuntos externos.
Y otra vez, mientras se sentaba sola en clase y contemplaba a sus
compañeros, tenía el honor de ver cómo se daban dos besos y seguidamente se
dedicaban a perseguirse por los pasillos. Todas las mañanas. Se notaba
demasiado que su actitud de diversión estaba totalmente forzada. Y
es que ella no exageraba cuando comparaba su vida con un bucle continuo.
Un bucle, que se resumía en una aburrida rutina. No hacia nada
fuera de lo común, ni hacia ejercicio normalmente ni se aplicaba ningún
tratamiento. Simplemente era ella. No quería entrar en los límites de ceñirse a
los cánones de belleza actuales, aunque muchas veces le gustaría poder mirarse
al espejo y estar contenta con como es.
También se sentía confusa en este campo. No se sentía lo
suficientemente mayor, y tampoco salía a menudo a la calle con gente de fuera
de su familia, por lo que no se maquillaba y a penas se preocupaba por la ropa
que vestía, pues le parecía absurdo. Al mismo tiempo, envidiaba a las chicas
que veía a las que les quedaba tan bien su maquillaje o ropa (aunque fuese de
moda, y eso que a ella no le gustaba).
Esa misma tarde no cesó de buscar los mejores productos de
cosmética en su portátil, y por supuesto, al mejor precio. Primero comenzó
escribiendo las cremas y jabones faciales, seguidamente las mascarillas y por
último, el maquillaje. En la última parte de la lista, no quiso incluir rimel,
pues no le gustaba nada y le parecía demasiado artificial. Siendo realistas, el
maquillaje que había encargado era muy suave, acorde con su forma de ser. Tras
pedir todos los productos, bajó a la calle, a la droguería de la esquina.
Tras dar unas cuantas vueltas por aquel lugar, empezó a comparar
precios y calidad de los champús y acondicionadores, intentado elegir el mejor
posible, dentro de sus escasos conocimientos. Tras acabar sus compras, regreso
a su casa, y allí le esperaba su encargo de cosmética.
Al llegar a casa, revisó su lista, mientras ordenaba todas sus
nuevas adquisiciones en el estante del aseo. Algo no la cuadraba. Se había
olvidado del tinte de pelo. Preguntó a su madre si podría bajar al siguiente
día a la peluquería, pero al ser su respuesta negativa (como siempre que
preguntaba por algo de su ocio) volvió a bajar a por un tinte para hacerse
mechas de color.
Esta vez no quería nada suave. Había optado por un color fantasía,
y en su pedido había encargado un color azul neón, cosa difícil de encontrar.
Cada tienda a la que iba, tenía tintes de colores "naturales", pero
que hasta ella se daba cuenta que nadie nacía con ese pelo de color. Dejando
una larga búsqueda atrás, se rindió. A pesar de lo deseosa que estaba de poder
tener unos pequeños rayos de color en su pelo, decidió darse por vencida y
comenzar con la elección de la ropa. Mientras se encontraba montando toda esa
parafernalia, se dio cuenta de que lo que estaba haciendo no servía para nada.
Tantas historias, ¿para qué? Al fin y al cabo, ella nunca dejará de ser ella,
por mucho que intente creer lo contrario. Toda la ropa, todo el maquillaje, y
todos los cuidados, solo formaban una cubierta que no le dejaba ser como ella
era. Ella siempre fue, es, y será, la persona apática de la clase, la que
siempre está en su mundo, y la rara. Pero al fin y al cabo ella solo podría ser
ella misma, y así encontraría a su “alguien perfecto” y lograr a ser feliz con
cómo es. Todo eso, con su cuerpo, su carácter.. Siendo Ella misma.
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